Cuando tu corazón está lleno de gratitud, cualquier puerta que aparece
cerrada puede ser una apertura para una bendición aún mayor. Muy pocas mujeres han alcanzado lo esencial del Zen. Rengetsu es una de esas
raras mujeres.
Ella estaba en un peregrinaje y llegó a un pueblo al atardecer. Pidió
alojamiento por la noche, pero los pobladores le cerraron sus puertas en la
cara. Debe haber habido budistas tradicionales en este pueblo y ellos no
permitieron que esta mujer Zen se quedara allí. La arrojaron fuera del
pueblo.
Era una noche fría y la anciana estaba sin alojamiento y con hambre. Tuvo
que hacer que un cerezo de los campos le sirviera de abrigo. Hacía realmente
mucho frío no podía dormir bien. Y también era peligroso por los animales
salvajes y otras cosas.
A medianoche despertó con mucho frío y vio en el cielo nocturno de primavera
los capullos totalmente abiertos del cerezo, riéndose de la brumosa luna.
Fascinada por esta belleza, se levantó e hizo una reverencia en dirección al
pueblo. `Por su bondad al no darme alojamiento, me hallé debajo de estos capullos
en la noche de esta luna brumosa`. Con inmensa gratitud agradeció a aquellas personas que le negaron
alojamiento. De otro modo ella hubiera estado durmiendo debajo de un techo
común y corriente y se hubiera perdido esa bendición esos capullos del
cerezo y esos murmullos con la luna brumosa y ese silencio de la noche, ese
absoluto silencio de la noche.
No estaba enojada, lo aceptaba. No sólo lo aceptaba, sino que le daba la
bienvenida. Se sentía agradecida.
La vida es inmensa, y en cada momento llega con mil y un regalos para ti.
Pero te hallas tan comprometido, preocupado, con tu mente anhelante, estás
tan lleno de tus pensamientos, que rechazas todos estos presentes. Dios
llega, tú sigues rechazando.
Un hombre se convierte en un Buda en el momento en que acepta todo lo que le
trae la vida con gratitud. Zen: El Camino de la Paradoja
Vol. 3, pp. 179-180 |