Las estadísticas dicen de mi.

Un profesor de estadística pregunta a sus alumnos cómo podrían evaluar si la industria de la construcción está en alta, en baja o estable. "Fotografías aéreas", propuso uno. "El catastro de la municipalidad", dijo otro. "Los avisos clasificados de los diarios", intentó otro. "Inodoros", dijo el profesor. Las fotos aéreas requieren interpretadores calificados: muy caro. Las estadísticas oficiales siempre tienen algún toquecito. Los avisos clasificados representan el negocio inmobiliario, no a la construcción. Pero las casas llevan inodoros, los edificios públicos y comercios llevan inodoros. Ni las bañaderas ni los ladrillos son tan representativos de la construcción. Los baños no se renuevan tanto. Las casas se repintan y refaccionan, pero el baño es de las cosas que más duran en una casa, se instala cuando se construye, se saca en la demolición. En aquel entonces sólo había dos fábricas de inodoros en el país, y la importación de ese tipo de artículo era casi nula. Bastaba preguntar en dos lugares.

Así es como los estadísticos buscan y rebuscan cómo medir lo imposible, o facilitar el medir lo difícil. Recientemente un grupo de investigadores se dedicaron al chisme. Viendo cuán fútiles eran los intentos de medir ciertos factores de conducta vergonzosos o ilegales optaron por preguntar a la gente no sobre si misma sino sobre sus amistades. Preguntaron ciertas cosas fácilmente medibles junto con otras no tanto, homosexualidad, drogadicción. Encontraron que las estimaciones verificables de los chismosos eran bastante realistas, lo cual les permitió suponer que las otras, no verificables, debían ser bastante confiables. Por eso, si alguien les pregunta por mi, díganle que no estoy.

Las compañías aseguradoras son grandes usuarios de las estadísticas. En mercados maduros, las primas de sus pólizas se basan en estadísticas escrupulosamente controladas. En los EE.UU. la prima del seguro automotor depende de dónde uno vive. Si uno se muda de un condado a otro, la prima cambia. Lo sé por experiencia, les puedo mostrar el recibo del reajuste al seguro de mi auto cuando me mudé a no más de una hora de distancia en auto. Un gran problema ético que se presenta es la posibilidad que los análisis genéticos brindan al poder determinar el riesgo de cada individuo de contraer enfermedades. Los seguros médicos están ansiosos de poder acceder a este tipo de diagnóstico. El preámbulo de la Constitución de los EE.UU. dice que todos los hombres han sido creados iguales. (¡calma!, ya se, pero aquí no estamos haciendo evaluaciones políticas, ¿tá? Thomas Jefferson tenía esclavos.)

Las aseguradoras vienen recopilando información desde siempre. Las tablas actuariales llevan cuenta de datos sobre longevidad, proclividad a accidentes en tal o cual industria, estadísticas de barcos hundidos y aviones que caen. No debe haber, en este universo, una industria que dependa tan vitalmente de las estadísticas como las empresas aseguradoras y, sin embargo, ninguna aseguradora pregunta el 'ascendiente' de una persona. El signo astrológico lo podrían sacar de la fecha de nacimiento, el ascendiente solo de la hora y, sin embargo, ninguna aseguradora la pregunta. Más aún, todos los que nacieron el mismo año pagan lo mismo, por la edad, no dependiendo del mes (y, en consecuencia, del signo) bajo el cual nacieron.

¡Qué suerte que mi destino no esté escrito en las estrellas! ¡Soy libre y único responsable de mi destino!