¿Estás con la computadora?, pregunta mi amiga al teléfono. Si, por supuesto, estoy en mi escritorio, trabajando, sin embargo, para ella, la computadora es lo primero que ella asocia a mi persona. Estaba haciendo una traducción o podría haber estado, como lo estoy ahora, escribiendo una nota. Será quizás que la poesía se ha de escribir con pluma de ganso y las notas periodísticas con máquina de escribir.
Mi amiga tiene un carpintero amigo. Nunca le ha preguntado si está con su martillo. El es muy apegado a su martillo, hace años que tiene el mismo. Una vez le cambió la cabeza, dos veces le cambio el mango, pero sigue siempre fiel a su viejo y querido martillo, aquel cuya primera cabeza limara a mano en el secundario. El artesano y su herramienta. El artesano controla su herramienta, pero la herramienta no define al artesano.
La computadora dice más de ella que de mi. Para mi es una herramienta, para ella es algo que, a sus ojos, me supera y me abarca, como si yo fuera un Carlitos Chaplin atrapado por alguna de esas tremebundas máquinas de Tiempos Modernos.
Mis juicios sólo reflejan mis prejuicios.