Fracasos y complots

Vengo de escuchar el agobiante discurso politicóideo de un amigo. Anónimas entidades en las sombras manipulan los destinos de nuestro país y los nuestros propios. Las "multinacionales", la iglesia, los imperialistas, las farmacéuticas; cantidad de etiquetas abstractas que todos reconocemos y que, sin embargo, son difíciles de definir. Mi amigo es un tirado. Es un gran consuelo tener alguna fuerza externa a la cual achacarle su fracaso.

Yo, por suerte, estoy bien económicamente. Hasta trabajé para varias multinacionales y viví en los EE.UU. Por ello, yo no lo entiendo o no quiero ver lo que para él es obvio.

Pero tengo, en ese aspecto, una fortuna aún mayor. Porque yo también soy un fracasado. Emocionalmente, soy un fracasado, y en su momento le eché culpas a la sociedad, a la cultura, también a la iglesia, ¿por qué no? Podría haber culpado a los astros o a las influencias etéreas. En algún momento le habré echado culpas a alguna multinacional por hacerme creer que si no era machazo y fumaba la marca de cigarrillos del cowboy de la propaganda no era nadie. Pero, por suerte, todas estas excusas tenían menos asidero que aquellas que aún ostenta mi amigo o, al menos, era más difícil encubrirlas en datos, estadísticas, citas de autores renombrados y demás. Por suerte, mi fracaso era mío y solamente mío, sin nada ni nadie a quien echarle culpas.

Pero aún así, necesité la guía de mi amado Maestro, Osho, que me hiciera ver que mis logros y mis fracasos son míos. Que soy dueño de mi dicha y de mis penas.

¡Que soy libre y dueño de mi destino!