Buscaba a Dios en miles de vidas. Lo vi
a veces muy lejos
corrí
pero para
cuando por fin alcanzaba ese lugar, él se había ido
más lejos. Seguí y seguí. Finalmente llegué a una
puerta, y en esa puerta había un cartel, "Esta
es la casa donde vive Dios."
Entonces me preocupé por primera vez. Me
sentí confuso. Temblando, subí los peldaños.
Estaba a punto de golpear a la puerta cuando, de
repente, en un destello, lo vi.
¿Si golpeo a la puerta y Dios la abre,
entonces qué? Entonces todo habría terminado, mis
viajes, mis peregrinajes, mis grandes aventuras, mi
filosofía, mi poesía, todas las añoranzas de mi
corazón; ¡todo terminado! ¡Sería suicidio!
Viendo esto, me saqué los zapatos de mis pies,
para no hacer ruido al bajar los escalones. Y, al
momento en que llegué al pie de los peldaños,
corrí. Desde entonces, he seguido corriendo y
corriendo por miles de vidas.
Aún busco a Dios, aunque ahora yo sé dónde
vive. Así que lo único que necesito hacer es evitar
ese lugar, y puedo seguir buscando por donde fuera.
Pero tengo que evitar esa casa
su memoria me
persigue. La recuerdo perfectamente. Si, por
casualidad, accidentalmente entrara en esa casa,
entonces todo habría terminado.